CLAVES PARA UNAS RELACIONES HUMANAS SALUDABLES
A la luz del Evangelio
Leticia Soberón
¿Por qué es esencial del cristiano llegar a ser amigo verdadero en Cristo?
“Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te pide de beber…”, dijo Jesús a la samaritana. ¡Tiene un don inmenso que darnos! ¿Cuál es ese don? Él mismo, con su entrega y su amistad, y la posibilidad de que nosotros vivamos ya aquí esa amistad entre nosotros.
Porque el núcleo del Reino de Dios que él vino a implantar es precisamentevivir la relación con los demás como Cristo nos mostró y nos invitó a establecerla entre nosotros.
Si repasamos los Evangelios, veremos que la amistad auténtica, fiel y duradera, es esencial en el mensaje de Jesús. Él no inicia un camino de santidad individual y menos individualista. Crea una comunidad de personas que van aprendiendo, a lo largo de sus tres años de vida pública, a quererse de un modo nuevo. Tanto es así, que eleva la amistad a mandamiento y signo de que somos sus discípulos: Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros; que como yo os he amado, así también os améis los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor los unos a los otros.
Pero no basta que cada uno entienda en su cabeza la amistad y el amor de cualquier modo, tal como cada cultura los entiende, más o menos superficial, interesado o pasajero. Él nos da el “cómo”, y pone el listón mucho más alto que en la Ley de Moisés (“amarás al prójimo como a ti mismo”), que ya era mucho. Pero Jesús lleva ese “cómo” a un nivel trascendental:
“Como el Padre me amó, yo os he amado. Este es mi mandamiento. Que os améis como yo os he amado” (Jn 15, 9-17).
¿Y cómo ama Dios?Pues estudiémoslo. Leamos el Evangelio a ea luz. Él nos ama como un Amigo que solicita, conquista con amor, espera el tiempo necesario. Y da la vida por los amigos. “Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos” (Jn15,13).
Un grupo de amigos en que todos se sirven unos a otros por amor. “El que quiera ser el primero, que sea vuestro servidor” (Mc 9, 35).
Por eso no podemos creer que nos “salvamos solos”. No es una carrera individual de fondo, donde uno brilla con luz solitaria. El camino de la santidad es un camino de entrega a otros, de ayuda mutua, de diálogo, de perdón cotidiano. En la familia, o en la vida sacerdotal, religiosa, o laica, pero siempre en relación estrecha con otros; es una llamada a realizar ese Reino donde las relaciones entre las personas son “como el Padre amó a Jesús y Él nos amó a nosotros”.
Veamos ahora tres de las claves de la amistad verdadera a la luz del Evangelio:
No forzar: Dios, que tiene para nosotros el máximo don posible (la amistad con Él que es nuestro Cielo y salvación), ¡no nos fuerza a aceptarla! La ofrece y se hace el encontradizo constantemente, para que un día le abramos la puerta del corazón y aceptemos su inmenso Amor. ¿Por qué digo que no fuerza? Parábola del hijo pródigo. El padre deja ir a su hijo que quiso su parte de la herencia; no lo retuvo, no le insistió en que se quedara. Tampoco envió con él a ningún criado para protegerlo, ni se fue detrás de él en sus correrías. El padre simplemente dejó que el hijo descubriera por sí mismo qué tenía en la casa paterna. Sólo si dejamos a nuestros amigos libres, podremos verlos volver con redoblada libertad. Dios no fuerza.
Y la parábola del sembrador nos hace ver que la Palabra de Dios (¡nada menos!), lanzada por Cristo y sus sucesores en la sociedad, puede caer en tierra buena, o en el camino. Y no saca un taladro para atravesar el asfalto: se la comen los pájaros. Dios no fuerza nuestra respuesta.
Para mí la máxima prueba de amistad es aceptar las opciones libres de mis amigos. Aunque no me gusten. Y seguir amando y esperando. ¡Y rezando! si sus opciones me parecen negativas.
No engañar: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Si queremos ser amigos de alguien, tenemos que ser realmente sinceros y mostrarnos como somos, sin fingimientos ni mentiras. Como Jesús, que es quien es, no lo oculta. Lo que sí es importante darse cuenta esque lo revela poco a poco. Según la capacidad de comprensión de sus amigos. Aquí hay que entender bien los “atrios de la confianza”. Todos tenemos círculos concéntricos de confianza y no podemos confundir unos con otros. Ser coherentes siempre, no mentir nunca. Pero podemos mostrarnos con más confianza ante quien más nos quiere. No miente la naranja cuando está dentro de su piel y protege la pulpa de la fruta. No miente el árbol teniendo las raíces bajo tierra.
Además de María su Madre, la mejor discípula, están Pedro, Santiago y Juan, los más amigos. Ante ellos se transfigura, le acompañan en la resurrección de la hija de Jairo, son los más íntimos. Y luego están los doce y las mujeres que le servían por el camino. A todos les pide que no digan que él es el Mesías. Se va mostrando progresivamente conforme se le puede entender, conforme la persona va siendo capaz de asimilar lo que Él dice. No podemos confundir los atrios de confianza como tantas veces se hace en las redes sociales.
Aceptar mi realidad y mostrarla como es ante mis amigos, es el máximo regalo que puedo darles. Eso sí: la condición necesaria es que aceptemos mutuamente la libertad de todos, para poder ir creciendo en confianza e intimidad.
No comprometer. Muchos fueron los que en tiempo de Jesús dijeron fuera lo que Él les había pedido que no dijeran. Que no contaran a nadie que era el Mesías; a algunos, que no contaran que él los había curado (no quería fama ni prestigio). Pero muchos lo hicieron, y con toda seguridad precipitaron su muerte. El principal, Judas, que dijo dónde estaría Jesús en esos momentos de intimidad con sus amigos. Terrible traición. Seamos respetuosos y prudentes con las confidencias de los amigos. Vender la historia que nos han regalado, no es bonito ni nos hace honor. Ni fotografías, ni historias personales, ni confidencias compartidas pueden salir de nosotros sin permiso de los que nos las han dado.
Cuidar la confianza depositada en nosotros, nos honra y hará que la amistad dure mucho más.
Como hemos visto, el mensaje cristiano está íntimamente unido a la vivencia de una amistad auténtica, verdadera y de largo alcance. El sacramento de esa amistad, cuyo origen es Cristo y su artífice el Espíritu Santo, es la Eucaristía. Ojalá lo comprendamos para poder ser auténticos seguidores de Jesús en el mundo actual, sediento de amistad en su sentido más hondo.
(Jn15, 9-17) Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado. Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros.